Catalina De Los Rios y Lisperguer
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La Quintrala - Historia


Catalina De los Ríos y Lisperguer.

 Catalina de los Ríos y Lísperguer

(Santiago, 1604 - 1665), 

fue una famosa terrateniente

chilena de la época colonial.

Una mujer bella y que trataba con

crueldad a sus inquilinos, icono del

abuso y la opresión pre-colonial.

 


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Es conocida también con el apodo de "la Quintrala", desviación del diminutivo de su nombre de pila original

  cuyo diminutivo infantil era Catrala o Catralita o

quizás en relación a que azotaba a sus esclavos con

ramas de Quintral, un arbusto parasitario autóctono,

de frutos rojos. Catalina era pelirroja, como los

frutos del Quintral.

 

Genealogía y seno familiar

 

El origen de la Quintrala se encuentra en las raíces

maternas de los Lísperguer.

Un español de origen alemán llamado Bartolomé

Flores (originalmente Bartolomé Blümen, que más

tarde se hizo traducir el apellido a Flores), vino con

Pedro de Valdivia desde el Perú y se afincó en

Santiago hacia 1547 ó 1549 recibiendo como

encomienda las chacras de Quilicura y contrajo

matrimonio con una mujer que tenía fama de

hechicera y curandera de Melipilla, hija de un

cacique quien agradecido se la cedió, se llamaba

Elvira, natural de Talagante.

 

Bartolomé Flores además fue adquiriendo muchas

propiedades en las periferias de la nueva urbe,

siendo uno de los primeros terratenientes de Chile,

algunas de esas tenencias eran Codegua, Tobalaba,

Llolleo y algunas encomiendas hasta el río Maule.

 

Este matrimonio engendró a Agueda Flores,

quien llegó a heredar todas las propiedades

adquiridas por su padre, transformándose en una rica terrateniente con extensas propiedades.

 

A su vez, Agueda Flores contrajo matrimonio con Pedro Lísperguer, quien era natural de Worms, Alemania.

Este matrimonio engendró 8 hijos, se sabe de Francisco

 y de Mauricio; del resto de los hijos varones no se

conocen detalles, de los 8 hijos, tres eran mujeres y de

ellas, dos eran conocidas por su ímpetu y carácter

desbordado, María y Catalina Lísperguer, en cuanto a

Magdalena, la tercera hija, sólo se conocen detalles en

cuanto a sus posesiones en Huechuraba y que estaba

casada con el Maestre de Campo Pedro Ordóñez.

 

Catalina Lísperguer y Flores contrajo matrimonio

con Gonzalo de los Ríos y Encío, hijo de María Encío,

quien estuvo vinculada a Pedro de Valdivia, por tanto

don Gonzalo era descendiente de los primeros

conquistadores, y encomenderos, y fueron padres

de Catalina de los Ríos y Lísperguer, la Quintrala,

nacida en 1604.

 

 

Su Vida.

 

Catalina, quien aprendió las conductas y moralidad de

su madre y tías. Ricas terratenientes, los Lísperguer

eran una familia de renombre en la sociedad

santiaguino hispana en el siglo posterior a

la conquista.

 

Dentro de un ambiente muy sobrecargado por las

intrigas, las ambiciones, los odios y las pasiones,

se formó el carácter de la joven Catalina.

 

Doña Catalina de quien se decía era una beldad,

era una mujer de elevada estatura, de cabellera

pelirroja y de intensos ojos verdes, de cuya

combinación genética entre sangre nativa, española

y alemana le habían otorgado notables atributos

físicos de hermosura salvaje que la hacían

sexualmente muy atractiva a los hombres.

 

Se dice que una de ellas la acercó a las prácticas

paganas de la hechicería con su abuela Agueda

radicada en Talagante. Se sabe que recibió una pobre educación ya que no sabía leer (Como consta en su testamento).

 

Una de las primeras acusaciones que se hacen

en su contra, es la de haber cometido el homicidio

de su padre Gonzalo de los Ríos, mediante el

envenenamiento de una cena con pollo preparada

por ella misma. Esto debió haber sucedido mientras

su padre se encontraba enfermo en cama en el

año 1622, cuando Catalina tenía 18 años.

Pese haber sido reportado el crimen a las autoridades,

 por medio de las influencias familiares, la Quintrala

no fue nunca procesada.

 

Se sabe que Catalina de los Ríos tuvo por amor

a un fraile llamado Pedro Figueroa, a quien acosó

hasta el cansancio sin resultados.

 

Su madre, como una forma de que su hija

tomará mejores vías buscó a un hombre con

 quien casarle, ofreciendo una generosa dote.

 

En septiembre de 1626, a la edad de 22 años,

Catalina contrae matrimonio de conveniencia con

el soldado español, Alonso de Campofrío y Carvajal

cuya familia era de poca importancia y riqueza,

pero que inmediatamente comenzó a subir en

cargos públicos, reemplazando incluso a algunos

familiares de Catalina como Rodulfo Lísperguer en

el cargo de alcalde. El cura que los casó fue nada

menos que Pedro Figueroa. Catalina jamás se lo

 perdonó e intentó su asesinato.

 

Su marido la amaba; pero ella solo le tuvo un gran

aprecio; nunca llegó a amarlo. Fue además cómplice

de los desvaríos de su mujer.

 

 

Delitos.

 

La Quintrala tuvo muchos amantes, un gran amor

 en su vida, fue un tal Enrique Enríquez de la Orden

de Malta, un joven comerciante que logró enamorarla,

pero al juzgar que este había jugado con sus

sentimientos y había fanfarroneado al populacho

acerca de sus bondades de mujer, despechada, lo

mandó a matar en un bodegón y luego acusó de

asesinato al esclavo que cumplió la orden, siendo

ejecutado en la Plaza de Armas de Santiago.

 

La Quintrala se convirtió en una terrateniente,

ya que de su familia heredó de parte de don

Gonzalo de los Ríos, cuantiosas tierras en el valle

costero de Longotoma y la hacienda de La Ligua,

 y luego adquirió otras de no menor connotación

(tanto en Cuyo, allende los Andes y en Petorca).

Además de pequeñas propiedades en los

suburbios de Santiago (la actual comuna

de La Reina).

 

Catalina, rica hacendada y ganadera, en su

edad madura, dirigía personalmente las

actividades de sus propiedades, montando a

caballo por los valles donde le complacía vivir

con su esposo, ya que no le gustaba la ciudad.

Allí se generaron los desbordes que afianzaron el

mito de La Quintrala. Un negro, llamado Ñatucón-

Jetón fue asesinado sin que se conozcan los motivos

de este macabro asesinato, su cuerpo fue sepultado

después de dos semanas.

 

En 1633, intentó el asesinato de un vicario de

La Ligua, Luis Vásquez por espetarle su vida y

desvaríos, este salvo la vida.

 

Ese mismo año, sus inquilinos se le rebelaron y se

fugaron de la Hacienda de La Ligua y Catalina

los hizo traer mediante provisión de la Real

Audiencia de vuelta a la fuerza. A cargo de esta

labor puso a un mayordomo llamado Ascencio Erazo.

Este los prendía y los llevaba a la hacienda.

Doña Catalina presidía el castigo acompañada de

su sobrino, don Jerónimo de Altamirano.

 

 

Debido a la gran influencia de esta mujer y la

 rebelión ocurrida en La Ligua, en 1633 se inició

una investigación oficial secreta basada en las

denuncias de el obispo Francisco Luis de

Salcedo a las autoridades, en la cual se

investigaron los crímenes cometidos por

Catalina en las distintas tierras de su

posesión.

 

En 1634, la Real Audiencia comisionó al oidor

Francisco de Millán para que secretamente se

constituyera en La Ligua con el fin de escuchar

los reclamos de sus víctimas.

 

Con algún riesgo de su vida, Francisco de Millán

logró alejar a Doña Catalina y sus secuaces y

luego de hacer los respectivos interrogatorios,

encontró suficientes evidencias de la veracidad de las acusaciones y fueron remitidas a la capital.

 

Se comisionó al oidor Juan de la Peña Salazar quien en calidad de alguacil, se trasladó a la hacienda, arrestó a Catalina y la llevó a Santiago para seguirle juicio criminal.

 

Dicho juicio muy publicitado, no estuvo exento de

las influencias de su nombre y las relaciones familiares

con los oidores, quienes favorecieron la causa de

Catalina, a quien, en total, se le atribuye la autoría

 de unos cuarenta crímenes. De este modo se

acrecentó el mito en torno a la figura de Catalina

de los Ríos o Quintrala como se le conoció.

 

Así se desprende de la acusación hecha en su contra:

"Tiene la dicha (la costumbre) doña Catalina de

cometer semejantes delitos como constan largamente

probados en las causas criminales que actualmente

están pendientes en esta por la Real Audiencia de que

 resultan más de cuarenta muertes que todas están

probadas y comprobadas con las señales de azotes

con ramas de quintral y quemaduras que en toda la

gente de sus servicios ha hecho la dicha doña Catalina

a que se allega la fama pública de los delitos que

toda su vida ha cometido así en personas libres

como en los indios de su encomienda y además de su servicio...".

 

Debido a las influencias ejercidas, el juicio se estancó y Doña Catalina salio libre.

 

Desde 1637 además disfrutó de los repartimientos

indígenas de la parte oriental cordillerana de

Codegua, que habían pertenecido una congregación

de jesuitas. (Actual La Leonera).

 

A Catalina, llamada La Quintrala se le atribuyen al

menos 14 muertes confirmadas.

 

Sin embargo, tuvieron que pasar 30 años para que

la justicia se empeñara en definitiva el conocer e

informar de la veracidad de tales acusaciones,

Doña Catalina ya había fallecido hacía 9 años.

Muerte.

Muere en 1665 con una edad de 61 años

aproximadamente, temida y mitificada en

vida, sola y despreciada por todos, en su

propiedad santiaguina. Sus restos fueron

sepultados en la Iglesia de San Agustín en Santiago.

Testó y dejo pagadas 20.000 misas por un valor

de 20.000 pesos de la época. Sus bienes fueron

 rematados siendo su benefactor la Iglesia

Católica.

 

En su testamento, Catalina dispone que la mayoría

 de su fortuna sea destinada para realizar misas,

que tendrían por motivo el rezar por su alma para

elevarla al cielo y rezar por las almas de sus víctimas.

Otra suma menor fue destinada a ayudar a familiares y

amigos y otra similar para la mantención del Cristo

de Mayo, icono católico de adoración popular,

famoso por haberse desprendido su corona durante

el gran terremoto de 1647.

 

 

 

 

 

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