Catalina del Los Ríos

apodada la Quintrala,

su cabello rojo exhala

en el indio desvarío.

En su hacienda el caserío

albergaba inquilinos,

mujer de rasgos muy finos

fue cruenta con los nativos,

después de usados de divos

la muerte hacía camino.
 
 
 
Fue famosa tristemente

por muertes y asesinatos,

y sus satánicos tratos

con el demonio de frente.

Así opinaba la gente

que vivía en sus terrenos,

lo sabe el pueblo chileno

que mil tuvieron la suerte,

con ella encontrar la muerte

pues fue Reina del veneno.
 
 
 
Descubrir sus atropellos

la justicia nunca pudo,

problema morrocotudo

por tantos indios sin cuello.

Por desgracia fue su sello

y nadie se lo impedía,

aunque rezó día a día

sus mil muertes cometió,

más en su casa albergó,

al Cristo de la Agonía.
 
 
 
Y sus bienes son cedidos

en el litoral nortino,

a los Padres Agustinos

porque indulgencia ha pedido.

Esta donación ha sido

así simple y sin detalles,

tomando fuerte su talle

[cuando justo tuvo un fallo]

al mismo Cristo de Mayo

ella lo arrojó a la calle.
Todo este largo momento

de su riqueza y fortuna,

una vieja Iglesia acuna

por la Ligua el testamento.

Los grandes emolumentos

que a la Iglesia traspasó,

fueron dinero que dio

junto con la gran estancia,

pues así eran las ansias,

de poder llegar a Dios.
La Iglesia hizo alarde

que al tiempo de morirse,

ella pudo arrepentirse

porque nunca es muy tarde.

En el Infierno no arde

porque Dios la ha perdonado,

supongo, se habrá salvado

por su trueque con los Curas,

la cristiana sepultura

por el dinero donado.